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¿Cuál fue la situación de la mujer durante el Sexenio Revolucionario?

  • Foto del escritor: Paula González
    Paula González
  • 6 nov 2020
  • 11 Min. de lectura

El contexto en el que nos encontramos abarca desde septiembre de 1868, con el estallido de la revolución conocida como "la Gloriosa", hasta diciembre de 1874, cuando el General Martínez Campos protagoniza un pronunciamiento exitoso en Sagunto que restablece de nuevo la monarquía en España de la mano de Alfonso XII. La actividad política de la época conoció una expansión sin precedentes en la sociedad española: los trabajadores se asociaron a la Internacional de Trabajadores y todos los hombres, independientemente de su capacidad o riqueza, tuvieron derecho a voto y decidir el destino político de su país. Aunque las instituciones no las tuvieran especialmente en cuenta, las mujeres también creyeron poder participar de esa atmósfera de libertad que había en el país y asumieron por su cuenta una serie de iniciativas que tuvo la oportunidad de hacerlas visibles ante sus conciudadanos, los cuales no desaprovecharon la oportunidad de manifestarse a favor o en contra de los cambios experimentados por el sexo femenino1 . Básicamente, a lo largo del ensayo, nos encontramos en un contexto de grandes transformaciones sociales que, aunque limitadas, culminaron el siglo favoreciendo la participación política de las mujeres.


Ya situado contextualmente, el objetivo de mi investigación se enfocará principalmente en estudiar la figura de la mujer y averiguar porqué feminismo llegó tarde a las mujeres españolas y, cuando por fin lo hizo, por qué no tuvo el éxito esperado. Para llegar a una posible conclusión nos basaremos en la lucha feminista y los objetivos que ésta perseguía durante estos años de gran convulsión social.


Antes de comenzar a estudiar el papel del movimiento feminista durante el Sexenio Revolucionario, vamos a comentar los acontecimientos más destacados ocurridos durante este periodo histórico.


El germen revolucionario había sido abonado tiempo atrás por un reinado, el de Isabel II, sustentado en un sistema constitucional en el que la Constitución no se cumplía y la representación apenas existía. La diversidad de partidos que funcionaban dentro del sistema no encontraba el equilibrio, siendo los moderados los que gozaban de mayor poder social y económico, así como de la simpatía de la propia reina. El desgate irreversible produjo un nuevo cambio en la historia española que abre nuevas perspectivas para el liberalismo y la democracia. La revolución de 1868, conocida con el nombre de "la Gloriosa" fue, en principio, un golpe militar más en la historia contemporánea de España. El Pacto de Ostende y las alianzas de corte progresistas establecidas en él, se convierten en el pilar fundamental de la revolución. El 8 de octubre de 1868, tras el exilio de Isabel II a Francia, se constituye un Gobierno Provisional presidido por el General Serrano. El nuevo Gobierno busca moderación. Tratan de frenar las emergentes ansías republicanas de un sector encabezado por Castelar y otros políticos dentro de las filas demócratas y republicanas. En octubre de 1868 tiene lugar la primera Guerra de Cuba, conocida como Guerra de los Diez Años. Se convocan elecciones para enero de 1869, las cuales ganan el partido progresista de Prim. Una vez consolidada la situación, se procedió a elaborar la Constitución. Sus características más destacadas eran: soberanía popular, sufragio universal masculino, separación de poderes y libertad religiosa. Una vez aprobada la nueva Constitución, eran necesario buscar un Rey que ocupase el trono de España. En noviembre de 1870 se produce el nombramiento de Amadeo I de Saboya, hijo del Rey italiano Víctor Manuel II. La oposición es fuerte. Los moderados pretenden la vuelta de los Borbones, se fragua el movimiento cantonal, comienza la tercera guerra carlista y en Cuba, continua la guerra contra los rebeldes. Todos estos conflictos harán que el 11 de febrero de 1873 se produzca la dimisión de Amadeo I de Saboya. A partir de aquí, solo queda un solo camino posible: la I República. Estanislao Figueras se convirtió en febrero de 1873 en el primer presidente republicano. Con el movimiento cantonal emergiendo, presenta su dimisión el 10 de junio y la presidencia pasa a manos de Pi y Margall. Intentó llevar a cabo el proyecto de Constitución Federalista que sustituyera la monárquica del 692 , pero la lentitud de las reformas y el cantonalismo propició su dimisión el 18 de julio de 1873. El siguiente en ocupar la presidencia es Nicolás Salmerón, pero este dimitió el 5 de septiembre de 1873. El 6 de septiembre se hace con la presidencia Emilio Castelar. Trató de restaurar el perturbado orden público y asegurar la unidad del país.


El 3 de enero de 1874, el General Pavía da un golpe militar que acaba con la I República. El General Serrano ocupó el puesto de presidente provisional. Sin embargo, en diciembre de 1874, el General Martínez Campos protagoniza un pronunciamiento exitoso en Sagunto, que restablece de nuevo la monarquía en España de la mano de Alfonso XII, hijo de Isabel II.


Como hemos podido ver, la inestabilidad política y social vivida durante los años del Sexenio Revolucionario habían llevado al fracaso a la primera experiencia republicana española. Es justo decir que no todo fue negativo, pues se proclamó la Constitución más progresista hasta la época, la Constitución de 1869. Aunque ésta defiende el sufragio universal, reserva el derecho al voto sólo al sexo masculino y se lo niega al femenino.


Para entender la situación de la mujer española a finales del siglo XIX hay que partir del concepto que tenían de la familia. Ésta es clave para entender la posición de sometimiento de la mujer y la visión negativa que se tenía de ella. Las mujeres casadas estaban sometidas a su marido, al contrario de lo que pasaba en el caso de los hombres. Estar casada suponía una delimitación de sus facultades que respondían a su ubicación en la organización familiar3 . El ideal femenino permanecía dentro del entorno de las tareas domésticas y reducía sus funciones al cuidado de la familia. Sin embargo, esta idea permitía a las mujeres la demanda de espacios de independencia económica. Se trataba de considerar casos extremos, como el caso de las viudas o solteras, dentro de una coyuntura que no se consideraba como la meta a la que debía aspirar la mujer, pero que, en un tipo de estructura económica como la que se implicaba, exigía que se planteara como una variable para situaciones de desamparo. A partir de 1868, la clase política comprendió los beneficios de interesarse por las demandas reivindicadas por el pueblo. De acuerdo a esta idea, podemos acercarnos a las causas que determinaron la admisión de la mujer en cualquier plan político de finales del XIX. Para éstos se trató de poner en marcha un plan que permitiera controlar y frenar la progresiva concienciación de las mujeres, radicalizadas principalmente a partir de los acontecimientos revolucionarios de 1868. En realidad, la mayoría de las alternativas propuestas no llegaron a realizarse y del contenido de las numerosas publicaciones, los debates y los informes emitidos en el desarrollo de dichas propuestas se concluye que en realidad tan sólo pretendió conciliar sus relaciones con las mujeres, estableciendo unos canales de diálogo y acercamiento ajenas al plano político.


El hecho de la subordinación de la mujer al hombre, junto a la existencia de estructuras que provenían del Antiguo Régimen y el control sobre la sociedad ejercido por la Iglesia hicieron que la concienciación política de la mujer fuese lenta, ya que estaba resignada a ver la desigualdad sufrida como su realidad y futuro. Esta idea fue asumida con tal naturalidad en el sector femenino, que se encargó de transmitirla a sus hijas, educándolas conforme a este estereotipo: toda mujer debía estar bajo la acción de los hombres, asumiendo su desigualdad civil y jurídica4 . La escena no podía ser más deprimente, el destino de las mujeres quedaba a la voluntad de los hombres, siendo ellos los participantes de la lucha por las mejoras sociales, en el que la mujer centró la reivindicación de sus intereses, dentro de unos asuntos ajenos a los principios políticos y que acabarían condicionando las escasas conquistas conseguidas por ella en el conjunto social. Su lenta concienciación política fue seguida de una transformación ideológica. Al contrario de lo que pensaban los liberales, los cambios de cualquier tipo fueron una excepción y aquellos defendían el derecho de todos los civiles, no supieron sustraerse, a la hora de tratar los asuntos que afectaban a la mujer. Desde el punto de vista de los hombres, la causa de la discriminación de la mujer era doble: por un lado, la marginación social que sufrían provenía de su sexo, su naturaleza les impedía ser racionales y justificaba la incapacidad de la mujer para participar en cualquier tipo de conversación; de otro, la falta de instrucción. Tanto políticos como intelectuales de la época validaban esta hipótesis manifestando la ignorancia general de las mujeres y subrayando la necesidad de ponerle fin: «... comienza a respetar el varón la peculiar excelencia y dignidad de la mujer, trabajando por mejorar su cultura, y educando todas sus potencias y facultades en relación proporcionada con su carácter y destino»5 .


Dada la escasa capacidad que poseía la mujer para adquirir conocimientos, de poco serviría que la formación se resumiera a enseñar o instruir, había que incluir otros objetivos más en consonancia con las tendencias femeninas. La influencia directa que tenía la mujer sobre los hábitos de los niños era fundamental y debido a que se detectaba un veloz proceso de reivindicación en las clases populares, la mujer se convirtió en una pieza clave. El objetivo era captar a los hombres a través de la mujer y de ahí el interés que producían entre los políticos las reivindicaciones femeninas.


A finales de 1868, la escritora madrileña Faustina Sáez de Melgar presentaba la creación de un Ateneo de Señoras que se anunciaba como una Asociación de Enseñanza Universal. Según ella, resultaba inadmisible que la mujer española permaneciese fuera del proceso de civilización y, sin renunciar a sus deberes maternales, encontraba que la regeneración del país requería de la participación de unas mujeres educadas y preparadas para ello. A partir del Ateneo y de la creación de la Escuela de Institutrices, todas creadas entre final de 1868 y 1869, se crea la Asociación para la Enseñanza de la Mujer en 1871. Por otra parte, Faustina Sáez de Melgar creó un periódico para cumplir con sus objetivos sobre la renovación de la mujer española. Le puso por título La Mujer y comenzó a publicarse en la primavera de 1871. En los números publicados se debatía sobre el destino del sexo femenino.


En sus páginas, la escritora denunciaba la manipulación política que las mujeres estaban experimentando de mano del carlismo o del republicanismo. Faustina no era la única que era testigo de la incursión en la vida pública de un nuevo tipo de mujer comprometida, luchadora y consciente de sus convicciones. Asimismo, la sociedad española asistió a la entrada de la mujer en las manifestaciones públicas de rechazo al gobierno. Un ejemplo de esta presencia femenina en las manifestaciones es el caso de las católicas movilizadas en contra de la política religiosa promulgada por la Revolución que, aparte de la tolerancia religiosa, traía la novedad del matrimonio civil, hecho realidad a partir de la Ley de 1870. Las mujeres también participaron en el movimiento antiesclavista y acudían a las reuniones y asambleas de la Sociedad Abolicionista. También salieron a la calle aquellas que simpatizaban con las ideas republicanas para protagonizar una gran manifestación en marzo de 1869 en contra del servicio militar obligatorio, o para celebrar la llegada de la República en febrero de 1873. Igualmente se mostraban muy activas respecto al movimiento obrero, llegando a formar secciones de oficio femeninas, declarar conflictos laborales o defender a la Federación Española de los ataques sufridos por la represión del gobierno contra la Internacional6 .


Las mujeres no se rindieron y siguieron manifestando sus deseos de cambio por medio de los mítines, el uso de la prensa y la participación en insurrecciones urbanas. Se formaron clubes sólo para mujeres en distintas localidades del país, como La Fraternidad en Madrid. Hubo muchas mujeres que compaginaron su militancia como internacionalista y republicana, destacando a la canaria Guillermina Rojas y Orgis, la cual llegó a compartir mitin con personalidades como Pablo Iglesias y Anselmo Lorenzo7 . Rojas y Orgis creó en Cádiz La Asociación Republicana Femenina Mariana Pineda (1869) y en Madrid, abrió un centro para la educación de las mujeres trabajadoras.


Guillermina es considerada como una de las primeras mujeres activistas de La Internacional española. Cuando la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores) iba a ser ilegalizada, pronunció un discurso en Madrid donde tildaba de cobardes a los diputados que acusaban la AIT, y terminó su intervención dirigiéndoles las siguientes palabras: "Si queréis oponeros al concurso majestuoso y avasallador de las aspiraciones proletarias, ellas os envolverán con su fuerza incontrastable"8 . En el Congreso de la Federación Regional Española celebrado en Zaragoza en el año 1872, consiguió una moción bastante avanzada para su época. En las actas se puede leer: "La mujer es un ser libre e inteligente y, coma tal, responsable de sus actos lo mismo que el hombre. Pues si esto es así, lo necesario es ponerla en condiciones de libertad para que se desenvuelva según sus facultades. ¿Qué medios hay para poder a la mujer en condiciones de libertad? No hay otro más que el trabajo. (...) La cuestión de la familia, y por consiguiente los deberes y los derechos de la mujer están tan íntimamente ligados a las condiciones de la propiedad, al sometimiento y a la dependencia del hombre, que [por su magnitud] nos creemos dispensados de tratarlo aquí..."9


Rojas publicaba regularmente en La Emancipación. En uno de sus escritos vierte una crítica sobre el modelo de familia. Según ella, el matrimonio da a la mujer el status de disponibilidad absoluta en la cama y casa. Además, pedía las uniones sentimentales estables, no reconocidas por la Iglesia ni por la Ley, similares a las parejas de hecho de la actualidad. Expresaba sus opiniones sin tapujos. La prensa conservadora e incluso, a veces la liberal, la desprestigiaban atentando contra su dignidad: que si era una estafadora o que si era una vendedora de drogas. En febrero de 1874, Guillermina pasó a ocupar un alto cargo para la Secretaría de la Sección de Madrid de la Internacional. Cuando la Primera República estaba siendo arrollada por los militares, salió a la calle para combatir contra las tropas del general Pavía.


La sensibilidad y cercanía que el pensamiento de la época otorgaba a las mujeres en relación con las injusticias sociales o los desequilibrios entre pobres y ricos, facilitaron su pronunciamiento estas cuestiones. Sin embargo, al contrario que las mujeres de las clases más altas, no elegirían la beneficencia u otro medio parecido para canalizar su acción en este campo y apaciguar las tensiones causadas por el caos económico, sino el de la denuncia, el de la restitución de los derechos de los trabajadores y del reclamo de justicia. Junto a la causa obrera se colocaba la causa de las mujeres, relacionados por la misma situación de represión y abuso al que estaban sometidos. Priorizaron la educación de las mujeres y defendieron el derecho al trabajo y a un salario decente que las hicieran independientes. También analizaron el estado de sometimiento en el matrimonio y aguardaron por la dignificación de la mujer en la familia mediante la vía de la adquisición de la igualdad civil. Como novedad, no sólo condenaron la subordinación al marido sino también la subordinación al sacerdote.


En conclusión, podemos ver que aunque la española de los años del Sexenio recibía un papel social donde sólo le correspondían las funciones reproductivas, poco a poco tomó conciencia que su condición jurídica debía ser igual a la que poseían los hombres. Despojadas de los derechos más elementales y condicionadas por el discurso de la domesticidad que le daba un destino diferente al del hombre, intentaron desarrollar estrategias individuales y colectivas que les permitieran realizar incursiones sobre ámbitos que les estaban vetados. Frustrado el primer intento republicano en nuestro país por un golpe militar y vueltos al régimen monárquico, continuando con las vías ya abiertas, siguieron recorriendo las mujeres españolas en su largo recorrido de solicitud de derechos.



1Luz SANFELIU, Republicanismo y ciudadanía femenina en el Sexenio democrático en Manolo SUÁREZ CORTINA Ed., El republicanismo en la Europa del Sur, Bulletin d’Histoire Contemporaine de l’Espagne, nº48, 2011, pp.91-109

2 Andoni Pérez Ayala, La I República. Marco político y proyecto constitucional (1999) pp.31

3 Carmen Bolaños, La imagen de la mujer española durante el Sexenio: entre el cambio social y el reconocimiento jurídico (2003) pp.25

4 Carmen Bolaños, La imagen de la mujer española durante el Sexenio: entre el cambio social y el reconocimiento jurídico (2003) pp.27

5 Juan Rada, «La educación de la mujer por la historia de otras mujeres», Ciclo de Conferencias Dominicales sobre la Educación de la Mujer de la Universidad de Madrid (1869)

6 Gloria Espigado, Mujeres “radicales”: utópicas, republicanas e internacionalistas en España (1848-1914) (2005), pp.43

7 Gloria Espigado, Experiencia e identidad de una internacionalista: trazos biográficos de Guillermina Rojas Orgis, (2005), pp.255-280

8 Ana Muiña, Rebeldes periféricas de siglo XIX (2008) pp.57

9 Ana Muiña, Rebeldes periféricas de siglo XIX (2008) pp.58

Bibliografía

-Luz SANFELIU, Republicanismo y ciudadanía femenina en el Sexenio democrático (2011)

-Andoni Pérez Ayala, La I República. Marco político y proyecto constitucional (1999)

-Carmen Bolaños, La imagen de la mujer española durante el Sexenio: entre el cambio social y el reconocimiento jurídico (2003)

-Juan Rada, La educación de la mujer por la historia de otras mujeres (1869)

-Gloria Espigado, Mujeres “radicales”: utópicas, republicanas e internacionalistas en España (1848-1914) (2005)

-Gloria Espigado, Experiencia e identidad de una internacionalista: trazos biográficos de Guillermina Rojas Orgis, (2005)

-Ana Muiña, Rebeldes periféricas de siglo XIX (2008)

-Gloria Espigado, Los caminos de la emancipación feminista en el siglo XIX. Reflexiones en perspectiva comparada: Andalucía y España (2012)

-José Antonio González Rodríguez y Manuel Enrique Huertas León, Historia de España (2016)

 
 
 

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